9 feb 2011

¿Nos está volviendo lerdos Internet? (1: El debate)

 Por: Delia Rodríguez

El lunes hablábamos de uno de los dos debates más interesantes del último año en relación a Internet: si la red podía cambiar el mundo o no. El otro también puede resumirse en una pregunta sencilla: ¿nos está volviendo lerdos Internet? O más bien navegar, postear, usar Twitter, abrir Facebook, mirar el correo, escuchar Spotify, trabajar y hablar por teléfono a la vez. En casa, en el curro y en el autobús.
Portada-superficiales_grande Este trending topic también nos ha llegado con retraso y de segunda mano a los españoles. El suplemento cultural de El País Babelia abría la brecha publicando el sábado pasado dentro de su especial dedicado a la Red una interesantísima entrevista con Nicholas Carr titulada “Un mundo distraído”. El escritor norteamericano ha publicado hace una semana en castellano “Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?” (editorial Taurus, pdf con las primeras páginas), un título en el que dice que sí. Que la red nos está atontando. También ha hablado del libro Público en un buen reportaje y según vaya llegando a las redacciones detectaremos sus ideas en columnas y tertulianos.
En Estados Unidos llevan dándole vueltas a Carr y a su teoría desde que esbozó el germen de lo que después sería su libro en un célebre artículo en The Atlantic en 2008 titulado "¿Está Google convirtiéndonos en imbéciles?" Entonces ya provocó un buen número de reacciones (el artículo tiene hasta su propia página dedicada en la Wikipedia), aunque el tema empezó a estudiarse a fondo tras la publicación de “Superficiales” en inglés en junio del año pasado.
Carr es un 'anti-gurú' respetado y original que ya ha marcado el ritmo de cierto pensamiento con sus anteriores libros. En “Superficiales” afirma que el uso de Internet nos está volviendo imbéciles porque provoca cambios en nuestra capacidad para concentrarnos y reflexionar.
Que la navegación y la multitarea modifican el cerebro a corto plazo –neuroplasticidad- está demostrado por la ciencia. La cuestión se centra más bien en la primera reacción a ese planteamiento [representada por la postura a) ¡Carr es un tecnófobo! ¡Por supuesto que somos más listos gracias a Internet! y la postura b) tiene toda la razón, yo cada día me concentro menos] y en la ulterior: si ese nuevo entorno tecnológico nos hará superarnos a través de la evolución como ha ocurrido con otras tecnologías.

Llegar después de los americanos en estas cosas tiene una ventaja, y es que con cuatro clics nos encontramos con todos los gurús posicionados y los distintos puntos de vista de los expertos exprimidos por los blogs y los medios. Lo malo es que nunca llegamos a verlo de forma global, porque nos quedamos en las anécdotas que trascienden el muro del idioma. Por ejemplo, el sub-debate que provocó Carr al eliminar de su popular blog los enlaces de los posts, ubicándolos como notas al pie, un experimento contra las bases de la web con el objetivo de aumentar la concentración sobre los textos eliminando las distracciones. Analistas como Juan Freire, capaces de coger al vuelo las grandes preguntas de la cultura digital en su momento y contextualizarlas (y de hacerlo en español) son una excepción.

Una buena forma de aprovechar el trabajo anglosajón sin volverse loco es acudir a The New York Times, que hizo suyo el tema el año pasado en una de sus “salas de debate” (donde reúne la opinión de expertos) además de en su serie de artículos “Your Brain On Computers”. En uno, los miembros de una familia explican su hiperconexión, y comienza con la experiencia del marido, al que se le olvidó mirar durante 12 días un mail en el que una compañía quería comprarle su empresa, es decir, un mail olvidado que casi le cuesta 1,2 millones de dólares. En otro, calculan que el 30% de los menores de 45 encuentran cada vez más difícil concentrarse, algo que sólo ocurre al 10% de los mayores de esa edad. En este, hablan de cómo el sobre estímulo de la multitarea impide al cerebro el descanso necesario para fijar conocimientos, y en este, de los efectos sobre las mentes juveniles. Mi preferido es aquel en que se llevan a cinco neurocientíficos fuera de la civilización para hablar sobre los cambios cerebrales. Incluso hicieron un especial sobre "la desconexión".
También en el Times, el conocido psicólogo de Harvard Steven Pinker respondería a Carr argumentando que la resistencia a la tecnología es tan vieja como el hombre y que precisamente las nuevas tecnologías nos ayudan a ser cada vez más listos a través de nuestro conocimiento colectivo. Que por ejemplo cuando se dijo que los comics iba a volver criminales a todos los jóvenes en los años 50 las tasas de delincuencia batieron récords por lo bajo. Y que las décadas de televisión, radio y vídeos de rock también han sido décadas de crecimiento de cociente intelectual. Tampoco está de acuerdo en que la neuroplasticidad funcione como afirma Carr: "La existencia de plasticidad neuronal no quiere decir que el cerebro sea una masa de plastilina conformada por la experiencia".

Además de las formas de escapar de la multitarea y su hermana mayor la procrastinación, hay un aspecto de este tema que me interesa especialmente y es si a nuestro entorno laboral, social, político, le interesa la dispersión provocada por la red y la multitarea. Usaría la palabra 'sistema' si no estuviera tan corrupta. “Noto que cada día estoy más disperso. Y claro, es bueno para mi trabajo que esté todo el día picoteando cosas … y más ahora con el iPhone”, me decía hace unos días un directivo de un medio de comunicación. Pero lo bueno para el trabajo no tiene por qué ser lo bueno para uno mismo (casi diría que suele ser lo contrario). Carr lo explica muy bien en la entrevista de Babelia: "Nos dirigimos hacia un ideal muy utilitario, donde lo importante es lo eficiente que uno es procesando información y donde deja de apreciarse el pensamiento contemplativo, abierto, que no necesariamente tiene un fin práctico y que, sin embargo, estimula la creatividad. La ciencia habla claro en ese sentido: la habilidad de concentrarse en una sola cosa es clave en la memoria a largo plazo, en el pensamiento crítico y conceptual, y en muchas formas de creatividad. Incluso las emociones y la empatía precisan de tiempo para ser procesadas. Si no invertimos ese tiempo, nos deshumanizamos cada vez más”.

Pinker reconoce que sí, que "la constante llegada de paquetes de información puede distraer o ser adictiva, especialmente en gente con desorden de déficit de atención. Pero la distracción no es un fenómeno nuevo. La solución no es tanto lamentarse de la tecnología como desarrollar estrategias de autocontrol, como hacemos con cada una de las otras tentaciones de la vida. Apaga el correo y Twitter mientras trabajas, aleja la BlackBerry a la hora de la cena y pide a tu esposa que te llame para ir a la cama a cierta hora". Así que en la segunda parte de este post, nos dedicaremos a las técnicas para resistir la tentación, que diría Pinker, o a las formas de ser más listos a pesar de internet, que diría Carr.


Vía: ElPaís

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